Reseña del libro "Salon Buenos Aires"
Si hay algo que nos une, eso es el tango. Ahí no hay fronteras, no hay ricos ni pobres ni izquierda ni derecha, es como una patria intangible que todos habitamos, unidos. Estamos tan inmersos en ella que pasamos rápida y distraídamente al lado de hermosos murales pintados en paredes, donde casi todos sus temas aluden al tango y a la ciudad en sus más diversas formas, como algo tan natural como escuchar el silbido de un porteño esquivando baldosas flojas en las veredas de algún barrio.
Esos murales, muchos de ellos anónimos, de imágenes ingenuas, otras diestras, no pasan inadvertidos para algunos artistas, unos de la palabra, como Horacio Ferrer, otros de la imagen, como Roberto De Luca, que los rescatan del, por otra parte, implacable deterioro del tiempo. Y mientras la palabra hace poesía la imagen, la cámara fotográfica registra y da testimonio de esa rica forma de expresión de todos esos jóvenes que aman lo que pintan y pintan lo que aman, sin importarles que se vayan borrando lentamente sus obras.